Siempre me ha gustado abrir senderos. Me he aventurado por otros ya trazados para llegar a su final. Nunca me ha gustado volver por el mismo recorrido, pero muchas veces no hay retornos alternativos.
Senderos nuevos tienen resultados inesperados. A veces, no he regresado al punto de partida. En otras ocasiones he vuelto por otra nueva ruta.
Estas marchas que hago cada día son fiel reflejo de las diferentes etapas de mi vida. Antes de emprender un nuevo camino, conecto unos instantes con plantas, flores, piedras y hormigas. Después, miro el horizonte. A continuación, el cielo y sus nubes. Una senda etérica se abre ante mí. Es como dejarse guiar por un hilo invisible que ineluctablemente conduce a su origen.
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