La gata de mis hijas observa fijamente un pensamiento amarillo. Pasa las mañanas soleadas entre flores, contagiada por el entusiasmo florido de toda la familia.
Y las flores la aceptan multiplicando su imagen. Tan absorta está, que no le importa ser observada por otras siluetas que la observan a ella, fijando el instante, ya fuera del tiempo y del espacio.
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