No sólo los ríos van a parar a la mar, como nuestras vidas. Dos ramas del mismo árbol caído se abrazan contemplando las aguas del Mediterráneo, donde acabarán un día arrastrados por las olas, las mareas y las corrientes, como los miles de emigrantes que no llegaron a las costas de sus sueños. Grandes cementerios abisales, sin cruces ni medias lunas, sin sudarios ni lápidas.

Hoy 31 de diciembre, quince minutos antes de la entrada del Año 2023,  es un buen momento para despojarse de lo superfluo, henchirnos de belleza y serenidad , volver a tomar consciencia de lo esencial y abandonar los personajes que representamos. (Imagen cedida por Esther Martínez Ibars).

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