Hace más de cien millones de años que las hormigas colonizan la Tierra. Gracias a su sofisticada organización social, pueden construir complejos hormigueros al abrigo de depredadores y de las inclemencias del clima.
Cada año me asombra cómo elevan sus entradas y salidas, como si fuesen torres y murallas, para evitar que el agua de la lluvia las tapone. Los humanos no hemos inventado nada. Hemos adaptado a nuestras necesidades históricas lo que la naturaleza lleva haciendo desde hace milenios.
Nuestras grandes construcciones no resisten el paso del tiempo y son destruídas por incendios, terremotos y las incontables guerras que parecen formar parte de nuestro ADN colectivo. Las hormigas reconstruyen una y otra vez lo destruido y lo hacen en un tiempo récord. Parte de su fuerza reside en su ingente número y la dedicación de la hormiga-individuo al bien común de la comunidad.
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