Del corazón de la piedra
brotan cristales,
luz que palpita y despierta,
por milenios sepultada.
Su hora esperaba, dormida,
para lanzar destellos y guiños
al sol que los nutre y aviva.
Ya no está nuestro corazón acorazado,
hablan ya sus latidos acallados,
se liberan sus rojos resplandores
y ahora saltan chispas al mirarnos.
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