Hasta la vanidad ha de reposar, lo mismo que el resto de las pasiones. Ya se pavoneó bastante este pavo real. Ya desplegó todas sus plumas cortejando a la pava y, cuando no la encontraba, se ufanaba mostrando sus colores ante nosotros los humanos.
Ahora descansa inmóvil, como un pavo de porcelana detrás de la ventana. No se inmuta aunque me ve observarlo a veinte centímetros. No piensa. Reposa. Disfruta.
Hay quien podría aprender de él. Esta mañana fui a votar a las 9h de la mañana. Ya había una larga cola de pavos reales ufanos en sus trajes bien cortados, que habían llegado en sus coches de alta gama. Imagino el sentido de sus votos.
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