Parecen volar al cielo estas hojas de higuera, las mismas que cubrieron la desnudez de Adán y Eva, según el Génesis, cuando sintieron vergüenza de su desnudez.
He plantado, regado, abonado y podado unas cuantas higueras en varios periodos de mi vida. “El que guarda la higuera, comerá su fruto” afirman los Proverbios del Antiguo Testamento (27:18). Su sabiduría se cumple. He cosechado y comido higos y brevas, como lo hace Óscar, autor de la foto y “guardián” de un magnífico ejemplar cntenario.
Y como decía el nazareno, “de la higuera aprendí esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca” (Mateo, 24:32).
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