Huele a tinta fresca, porque acaba de salir de imprenta. Pero también huele a bosque, mar, montaña y flores. Sus líneas atruenan como volcanes y susurran como como las hojas mecidas por el viento. Suscitan imágenes  de pálidas auroras y apasionados rojos de ocaso.  Apelan a los sentidos corporales y a las profundidades del Ser. Este milenario compendio taoísta parece escrito ayer. Sus sabias máximas lo convierten en un libro de consulta diaria.

 

 

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