Cuando vi la hermosa imagen publicada por Rosa, pensé que era una delicada acuarela suya al estilo de las pinturas japonesas. Pero no, es una garceta de carne y hueso, solitaria y esbelta, en mitad del río Manzanares de Madrid.

Gracias a la depuración de sus aguas y a su escaso caudal, se han formado isletas, que inmediatamente han sido aprovechadas por distintas clases de aves, migratorias y sedentarias.

Vuelvo a mi sensación original. Pintaré yo la acuarela.

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