Paseamos por un bosque y ya somos parte de él. Miramos nuestro entorno cercano enfocando la mirada en lo que nos llama la atención. De repente, aparece la cabeza de un dragón que nos vigila atentamente con un solo ojo. Nos detenemos. Una gran oquedad oscura, a modo de boca, oreja y cueva oculta de los secretos, nos invita a penetrar en su oscuridad y su misterio. 

Somos naturaleza, oscuridad y misterio. Al cabo de un instante, de una eternidad sin tiempo, descubrimos algo más. Quien quiera saber qué tendrá que adentrarse en el pozo de sus entrañas, de su corazón y de su alma.

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