La señora Blasa
A sus noventa bien cumplidos,
murió la señora Blasa,
sus gatos y gallinas,
su ciruelo y su higuera.
También quien compró su casa,
antigua vaquería,
piedra a piedra construida.
No perdona a nadie el tiempo,
aunque acumule recuerdos.
Paso delante cada día y oigo
el lamento de un perro
que guarda la memoria
de todo lo allí vivido.
Un árbol del amor crece,
junto a un rosal ante la puerta.
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