Gran maestro el caracol. Avanza lentamente con la casa a cuestas. Ligero de equipaje nunca corre. En caso de necesidad, detiene su marcha y se autoconfina.

Me ha costado más de 70 años admirarlo e imitarle. He corrido mucho a demasiadas partes por llegar puntual. No siempre lo lograba. Por alcanzar metas que, una vez alcanzadas, se convertían  en puntos de partida. Por satisfacer necesidades ajenas que, una vez cubiertas, se multiplicaban sin cesar. 

Ahora tengo tiempo de ver, palpar y oler lo que me rodea. El horizonte es más cercano y no se mueve. ¿Para qué apresurarme?

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