No se puede matar dos veces. Sobre todo a un poeta que nos toca el corazón con sus versos y su dura vida y muerte. Por mucho que una ideología conservadora siga censurando o borrando nombres y poemas.
Los versos que he escogido son de la Elegía que escribió a los 25 años, a la muerte de su amigo Ramón Sijé, tres años menor que él, paisano de Orihuela. Ramón era profundamente católico y sus ideas devergían. La amistad y la admiración recíproca obviaron las diferencias.
Los sentidos versos de la Elegía, incluida al final del poemario “El rayo que no cesa”, es tan actual, que me atrevo a hacerlos míos y dirigirlos a Miguel Hernández, que murió a los 32 años de tuberculosis adqurida de cárcel en cárcel, por palizas, frío y hambre. Era en 1942. Tres años antes de que yo naciera.
El humilde rincón que fotografío hubiera servido a ambos de morada última.
“Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano…
… Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento…
… Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores…
… A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero”.
Miguel Hernández
Elegía a Ramón Sijé Serrat
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