Aislado y solitario, este árbol es un eremita sedentario del desierto. Su soledad es sonora por los vientos que le atraviesan y la música de la arena en continuo movimiento. Se sabe uno con sus hermanos de los bosques tropicales, con el sol, la luna y las estrellas. No está solo. Así me siento.
Precioso, compañero.
Gracias Rosa por leer, sentir y VIVIR
No puedo más que felicitarte por sentirte uno con tan magnífico árbol.
La soledad, últimamente abundante, está a la vez muy estimulada y jaleada por aquello que mueve los algoritmos y las tendencias. La soledad poco a poco se convierte en adictiva y haciéndonos celosos guardianes de ella, nos dificulta, quizás, la habilidad del compartir-convivir
A ti no te dificulta compartir y convivir, querida Esther. A mí tampoco. Yo no oigo el “jaleo” mediático ni personal-individualista preconizando la soledad. Sigo mi propio rumbo, destino, vocación y misión. Por pasos y etapas. Besos.