Se alarga la tarde,
como para detener el tiempo,
con tenue luz, sin viento.
Se van acallando los mirlos,
mas aún no se oyen las ranas,
que esperan las sombras sobre las charcas,
erguidos en quietud los juncos,
inmóviles las nubes a lo lejos
sin recuerdos ni destino.
Un balanceo de hojas silenciosas
y mi alma se columpia en el vacío.
Qué hermosura, te lanza al pulso latente y contenido de la escena tan suavemente. Una gota de paz en las agitadas olas del ahora.
El País del Ahora sólo tiene una ola. Ola tras ola, ¿se mueven o la mente las agita?