Aisha lleva años en nuestro hogar. Campa a sus anchas por doquier. Se apodera de sillones, camas, almohadones, rincones de luz. Hoy le ha dado por adueñarse de mis chanclas.
La sorprendo desde arriba y me mira desafiante: Ven a por ellas, parece decirme con la mirada. Tranquila, sin orgullo, ira ni temor alguno. Aprovecha los ratos de sol de abril, sin preocuparse si es invierno, primavera o verano.
No sabe de contagios ni de pandemias. Nunca se ha sentido confinada, salvo cuando está un dormitorio cerrado y no alcanza al picaporte. Entonces maulla.
Comentarios recientes